miércoles, 13 de marzo de 2013

Memoria de la ausencia

 




Fonseca era una ausencia. Una ausencia doble. La de aquellos años en que estuvo sin estar y la de los años posteriores en que faltó definitivamente. Eso era Fonseca.
Javier Núñez. La doble ausencia.

 La Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en México ya no es como la recuerdo hace quince años, tal vez porque los recuerdos son figuraciones falsas, algo que queremos asir pero que se escapa como aquellas personas con las que convivimos en nuestro pasado. La recuerdo con novedades de editoriales que difícilmente se encontrarían en librerías (como los libros de editorial Progreso, ausente desde hace muchos años en esta feria), había menos gente, no las oleadas de personas que hacen ahora difícil el acceso por los pasillos y las escaleras, y se sucedían presentaciones de libros que eran un hallazgo placentero para el lector. Por fortuna, este último punto no siento que haya cambiado.

El pasado 3 de marzo el escritor Godofredo Olivares presentó en la Feria un libro que ganó el Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo 2012: La doble ausencia  de Javier Núñez. Le tocó ser jurado y defender ante otros dos escritores esta obra como la que debía ser premiada. De manera imprevista, otro de los miembros del jurado llevaba el libro para debatir por qué debía ganar el premio.

La doble ausencia de Javier Núñez es la historia de un joven de veintitrés años que encuentra una libreta de memorias de su padre, un escritor poco conocido (Eduardo Fonseca) y muerto en un accidente fluvial cuando el joven tenía ocho años, y en la que encuentra una foto de una adolescente desnuda, Sofía, con la que mantuvo una relación mientras estuvo casado. Santiago deja su casa con la idea de reconstruir la imagen de su padre a través de esta chica, de los libros que escribió y de las señales que aparezcan durante esta andanza.
 

A través de Sofía, con quien empieza una relación —erótica para ella, amorosa para él—, desentierra a un padre contradictorio, complejo y descubre una serie de intrigas en la que Fonseca se dejó envolver. El ser humano es tiempo, tiempo y circunstancias, parece develar el autor en esta cadena de sucesos, percepción que se sugiere en las fotografías que la propia Sofía se toma desnuda desde que era adolescente, porque el cuerpo desnudo es la marca más visible del paso del tiempo en nosotros. Es la memoria más fidedigna. Capturar en una fotografía lo que fuimos. Lo demás que podemos evocar es falso, no hay fotografías de la memoria, cada uno de nosotros recordará lo que a su mente le quede o le plazca por recordar.


Así que la búsqueda de Santiago Fonseca por el recuerdo de su padre es insensata. No hallará el rompecabezas que fue a buscar; no obstante, desenterrará algo extraordinario tejido en una trama donde la cantidad de información que nos proporciona el autor a lo largo de la novela es casi matemática. Una novela que nos recuerda que aunque tratemos de ser escritores modernos podemos ofrecer al lector un texto atractivo, de lectura ágil, intenso y profundo, todo a la vez, complejo y contradictorio como los seres humanos, aunque la lectura dure lo que dura la memoria.


Javier Núñez. La doble ausencia. México: Universidad Veracruzana. 2013.

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